Wanda Jackson mantiene su voz fresca, pese a tener 74 años y cargar con una leyenda que se remonta a mediados de los años 50s, cuando el cantante Hank Thompson la descubrió en una emisora local de Oklahoma. Su irrupción fue fulgurante: pronto giró con mitos como Elvis Presley, Jerry Lee Lewis y Buddy Holly, y su voz cimentó su aura de icono del rockabilly.

Se espera un espectáculo de marcado regusto oldie pero sin el barniz artificial del mero revivalismo, con el poso genuino de una pionera y una superviviente que ha vuelto a descollar en pleno Siglo XXI. Lo ha hecho con ‘The party ain’t over’, un disco lustroso, deslumbrante y explosivo, con ecos soul y country, y adaptaciones de colegas como Dylan, Amy Whinehouse y Jimmie Rodgers. Lo ensalzan joviales arreglos de metal y teclas, y unas guitarras hirientes e incisivas que destapan la impronta de su productor, Jack White, antaño alma de White Stripes. Sumando ‘hits’ como ‘Fujiyama mama’, se antoja una noche para el recuerdo.