Hay ciudades que se despliegan en el espacio y otras que laten en la memoria colectiva. Mark Leckey, uno de los artistas británicos más influyentes de las últimas décadas, trabaja precisamente en ese territorio ambiguo donde la cultura popular, la nostalgia de clase y los sistemas tecnológicos se entrelazan para producir imaginarios compartidos. Su nueva intervención para la serie in situ del Guggenheim Bilbao opera como un portal: un lugar donde pasado y futuro se rozan en un parpadeo.
El punto de partida es Ciudad junto al mar (1424), el temprano paisaje urbano de Sassetta en el que una fortaleza medieval flota sobre una colina imposible. Leckey toma esa visión bidimensional y la empuja hacia el volumen escultórico, reclamando para ella un espacio propio que se dobla entre lo real y lo imaginario. En su lectura, la ciudad medieval se convierte en un organismo temporal: una presencia que desafía la física y se desplaza entre épocas como un eco persistente.
La instalación respira al ritmo de un bucle de seis minutos en el que sonido y luz dictan el pulso narrativo. La banda sonora —una deriva de audios encontrados, melodías fragmentadas y voces que irrumpen como recuerdos súbitos— avanza desde el amanecer hasta el crepúsculo. A mitad del ciclo, un estallido estroboscópico inunda la sala, transformando la escultura en un espectro palpitante. Lo sólido se vuelve aparición; lo visible, un velo que se altera con cada destello.
Diálogo a través del arte
Ese juego de vibraciones y transiciones no es solo formal. Leckey plantea un diálogo con las fuerzas intangibles que hoy moldean nuestra experiencia del mundo: sistemas digitales, inteligencias artificiales, visiones de fe o de futuro. Al hacerlo, dibuja un paisaje inestable donde todo parece a punto de mutar. La ciudad se alza, sí, pero también se disuelve, suspendida en un continuo de revelación y borrado.
La serie in situ propone precisamente eso: activar el espacio arquitectónico como un organismo vivo. En esta segunda edición, la sala del museo se convierte en un laboratorio sensorial que prolonga la investigación de Leckey sobre cómo las imágenes y los sonidos construyen comunidad. Entre la colina de Sassetta y las luces del presente, la exposición invita a recorrer una ciudad que nunca existió y que, sin embargo, reconocemos íntimamente. Una ciudad que todos llevamos dentro.
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