Pregunta. ¿El escenario sigue enganchando?
Respuesta.Para mí es la vida. Tan sencillo y tan complicado como esto. Es donde me encuentro a gusto, enredando con otra gente o solo. Es algo que tira, así de simple.
P. ¿Más incluso que el trabajo previo de escribir, componer y grabar?
R. Para mí es la culminación de todo eso. Me gusta escribir, me gusta leer para aprender a escribir; me gusta componer, escuchar música de otra gente para aprender a componer canciones. Me gusta grabar discos, me gusta la promoción, la furgoneta... porque todo lleva a lo mismo, a poner los pies encima de un tablado e imaginar que esta noche vas a conectar con la gente que vaya. A mí no me resulta más atractivo tocar delante de diez mil que de cien personas; lo que me pone es pisar el escenario.
P. Ha citado varias veces la palabra ‘aprender’. ¿Es necesario seguir aprendiendo aunque uno lleve tanto tiempo en esto?
R. Para mí es la palabra clave porque la vida, entendida desde el momento en que naces echando unos gritos o unos lloros, es un aprendizaje. Por lo menos hasta ahora, que tengo 52 años, así lo ha sido. Para mí el observar otra gente, hagan música u otras cosas, es lo que me hace sentir vivo. La vida es aprendizaje, no hay más.
P. Y para hacer música, ¿se aprende de otros músicos o de otras personas que no tienen nada que ver con la música?
R. Las dos cosas son importantes. Para hacer música, tal como yo entiendo mi manera de componer, tengo que observar también a gente que se dedica a otras cosas. Ahora vengo muy imbuido de una experiencia que he tenido. He estado cinco días en Nicaragua trabajando con muchachos y muchachas en una escuela de música, y vengo de aprender algo que no había visto con mis ojos. Ellos me daban las gracias de lo que les había dado y yo les decía que el que les tenía que dar las gracias era yo, porque me vuelvo a Pamplona con mucho más de lo que tenía. He aprendido a tener empatía con gente que no tiene nada que ver con las matemáticas de la música pero que tiene mucha musicalidad. Si de alguna manera con mis cuatro acordes puedo hacer feliz a alguien, lo intentaré. Pero desde luego, esa persona a la que haga feliz, a mí me lo hace bastante más. Es una simbiosis. Yo no entendería mi forma de ser, que es lo que quiero reflejar en mis canciones, si no viese el mundo así. Tengo el piso pagado gracias a mi oficio, que es sobre todo tocar en directo. Vivo una situación de lujo porque vivo de lo que me gusta, y me siento en deuda con todo el personal. En este aspecto soy feliz, aunque veo todas las injusticias que suceden.
P.¿Qué peso tienen esas injusticias en las canciones que escribe?
Yo hablo de lo que creo. Como no creo ni en Dios ni el diablo, no puedo hablar de eso. Me gusta absorber las experiencias que veo. Llevo con mi ‘socia’ 35 años, tengo unos hijos maravillosos y tengo el piso pagado; hablar de eso me parecería casi ridículo. Por eso quiero contar esas experiencias que me cuentan y de las que a veces me apropio. Siempre estoy en duda con mis propias convicciones porque vas conociendo a gente que te pone en tu sitio.
P. En sus canciones está ese lado crudo de la realidad, pero también aparece el ramalazo más sentimental. ¿Detrás del personaje que ve la gente hay un hombre romántico?
R. Espero que sí. Eso forma parte de la forma de ser de las persona. No siempre me levanto y escucho Motorhead. Unos días lloras y otros ríes. La misma canción tocada en un festival la sientes diferente unos días más tarde. Tampoco estoy atado a mi propia forma de ser. Me gusta sentirme maleable y maleado; realmente no busco el equilibrio, porque lo entiendo como el encefalograma plano. Cuando la palmemos, tendremos la oportunidad de descansar y no hacer nada en una eternidad. La vida es crisis y así debe ser entendida, como esos cambios en el estado de ánimo de una persona. Entendido así se puede entender que escriba ‘Barrio conflictivo’ y luego ‘Todo lo enamora’. Eso refleja lo confuso que puedo llegar a ser.
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