No es buena idea retar a Sex Museum en vivo. El conjunto madrileño, comandado desde 1985 por los hermanos Fernando y Miguel Pardo, ha aprovechado estos 30 años para adquirir cohesión y amalgamar un sonido poderoso y compacto que bebe, principalmente, del garage y del hard rock, dos suertes del rock and roll que dominan como nadie por estos lares. Por eso es una excelente noticia cada actuación suya, cada descanso que toman los surferos Coronas y los polvorientos Corizonas (otros proyectos de sus miembros), y por eso hay que celebrar que el quinteto se encuentre embarcado en la gira de presentación de Big city lies, su último álbum.

En él plasman lo que se interpreta como una vuelta a los orígenes, a los tiempos de Fuzz face e Independence, sus dos primeras entregas, pues retoman el sonido más garajero, pleno de fuzz y teclas. Con pulso firme, la acostumbrada destreza y contundencia, y dos piezas en castellano (Judee Sill y Odio) que abren nuevas ventanas. Más allá del mero revival.