“¡Estamos consiguiendo que el rock&roll sobreviva en estos tiempos de mierda!”. Era el Ecuador de un bis que fue casi más largo que el concierto y Martín L. resumió en una sola frase el sentido de lo que estábamos viendo. De hecho, no hay mejor crónica del concierto que Cápsula ofreció el 4 de febrero de 2021 en el Teatro Principal de Donostia-San Sebastián que esas once palabras. Ellas solas resumen el ambiente de emoción que se vivió durante la casi hora y media en quela banda se empleó a fondo para rescatar al rock&roll en estos tiempos víricos. Con las salas de conciertos privadas en la UCI, el apoyo de instituciones como Donostia Kultura se torna imprescindible para el sector. Y se agradece. Eso fue, quizás, lo más importante. Por si a alguien le sabe a poco, contaremos algunas cosas más.

Por recordar, Cápsula es una banda nacida en Argentina allá por 1997 y afincada en Bilbao desde 1997. La forman Martín L. Guevara (Martín Capsula) y Constanza Lisica Godoy (Coni Duchess Duchess). Desde aquellas fechas, nos han dejado una docena de trabajos, repletos de puro y crudo ro&roll, con ribetes punk, garage y psicodelia.

Cápsula brindó un directo rotundo en este regreso a los escenarios: potencia y empaque con la inestimable aportación del batería Alvaro Ormaetxea (“El emperador del ritmo”, como le definió el cantante y vocalista), que elevó esas virtudes a la categoría de apisonadora rítmica en algunos pasajes. Sabíamos a lo que íbamos. El grupo no ha descubierto la pólvora, pero la maneja como nadie. De hecho, cada vez lo hace mejor. Todo con la única concesión de los grafismos, psicodélicos y muy cuidados. Nada que estorbara el sentido de lo que ocurría en el escenario.

Y lo que ocurrió fue un repaso a la trayectoria de la banda, con especial atención a ‘Bestiarum’ (2019), su trabajo más reciente, que se quedó a medio presentar en directo por aquello de la pandemia. Los tres músicos demostraron que el parón no les ha afectado para nada, que Cápsula mantiene intactos su actitud y su sonido. Y que solo las estrictas normas impidieron que el público (lo que permitían las restricciones de aforo) acabara bailando y coreando cada tema.

Es cierto, son unos tiempos de mierda pero nos queda el rock&roll. Gracias, Cápsula.