Joseba Irazoki es uno de los músicos que más me
han sorprendido en años. Hay varias razones. Es
un virtuoso de la guitarra y, animado por Xabier
Montoia, aprendió a desaprender. Puede sonar
absurdo, pero cuando uno consigue hacer algo es
difícil reprimir el impulso de mostrarlo a cada
momento. Joseba es un guitarrista versátil que se
pone al servicio de la composición porque sabe
que la composición no tiene por qué estar al
servicio de su lucimiento.
Joseba Irazoki es también un músico nervioso. Iba
a decir inquieto, pero esta palabra no terminaría
de hacerle justicia. Joseba es un músico nervioso
porque siempre parece estar buscando algo. Se dirá que esto es algo que les pasa a muchos
músicos, pero él lo transmite de un modo muy particular. Puedes ver cómo se mueve de un
sitio a otro con la certeza de que encontrará un lugar interesante donde quedarse un tiempo.
No relacionaría esto con la insatisfacción. Más bien diría que Joseba disfruta investigando.
Y es que Joseba Irazoki también es un músico tranquilo. Nunca parece del todo convencido
con el resultado pero a la vez huye del perfeccionismo. En algún momento puedes notarle
inseguro, pero enseguida confiesa que está contento. Cuando le ves sobre un escenario es
fácil apreciar lo nervioso y lo tranquilo que es. Es fantástico que pueda ser las dos cosas a la
vez y que ambas características redunden de un modo tan positivo en lo que le acaba saliendo.
Ya dije que Joseba Irazoki es un músico sorprendente.
Joseba Irazoki es también un músico tremendamente generoso, que siempre ofrece lo mejor
de sí mismo, esté acompañando a Atom Rhumba, a Duncan Dhu o a Nacho Vegas. En cada
colaboración ves al mismo Joseba y a la vez a otro muy diferente. Uno apostaría a que aunque
Irazoki se dedique profesionalmente a esto tiene una incapacidad manifiesta para el
automatismo. Tampoco creo que se lo plantee. Simplemente, no sabe poner el piloto
automático.
Joseba Irazoki eta lagunak (Joseba Irazoki y amigos) surge de una propuesta de la Casa de
Cultura de Lugaritz hace año y medio. La idea era hacer un concierto con otros músicos.
Entonces estaba tocando solo con un formato one man band. El concierto salió muy bien y
aprovechó para probar canciones nuevas. Pensó que un disco con los mismos músicos podría
funcionar y se puso manos a la obra. Los temas de este álbum nacieron más como riffs que
como canciones en sí. Joseba quería hacer algo con sonido de grupo, cerca de lo que estaban
haciendo en Euskal Herria bandas como Gora Japon, Jupiter Jon o Borrokan.
El resultado es un álbum intenso y magnético, que combina partes instrumentales y bases
rítmicas repletas de matices con un lirismo que, en palabras de Joseba, saca su lado más
hortera. Posiblemente Joseba Irazoki sea incapaz de dejar de quitarle hierro a cada cosa que
hace. Incluso aunque sea un disco tan vivo, misterioso y perdurable como este.
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